miércoles, 11 de noviembre de 2015

Incompleto.

Hoy encontré con escritos, fotos y canciones que me recuerdan a Camp Ernst.
Más que nostalgia, me dio alegría.
La nostalgia implica dolor, y no, en mí no hay ni una esquinita de dolor.

Hasta que llegué a esta foto.
Una foto que adjuntar para el libro "días que viví doble".
Viernes 31 de julio.
Lo intenté muchas veces, sobre todo cuando estaba reciente, pero llegué a percatarme que lo que sentí ese día no podré escribirlo nunca.
No existirán palabras suficientes para lo que siento cuando cierro los ojos y me transporto, anhelando que no se repita nunca.
Estoy fascinada con esa manía de la vida de hacerte despertar con la nula noción de qué pasará ese día.
Regresaba el sábado a México, o al menos ese era el plan. Disfrutaría mis últimos días en el camp y el sábado iría a desayunar con mis amigos, para después ir al aeropuerto y viajar de regreso.
No recuerdo a qué hora fue mi descanso ese día, pero se me ocurrió ir al Welcome Center, donde teníamos internet.
Solía mandarles mensajes a mis padres cuando podía pero generalmente me desconectaba rápido, puesto que la política era no celulares.
Llega una nota de voz.
Aún escucho palabra a palabra, húmedas y angustiadas, todas en mi cabeza diciendo "Muñeca, no te desconectes, por favor, no te desconectes"
El corazón se me estremeció, conozco a mi madre y sabía que ese cúmulo de palabras no traía nada bueno.
Y dicho y hecho.
El fin de mi viaje. Completamente distinto a como lo imaginé.
Mis fotos del último viernes, reflejan mis ojos hinchados, llenos de no tener respuestas, llenos de adiós.
Lejos de salidas, de respiros entrecortados, presencia de oxígeno pero gritos ahogados. Miedo.
Me di tanta

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