miércoles, 19 de agosto de 2015

Junio veintiuno, dosmilquince.




Qué fortuna que las cosas no sean sencillas,
simples y sin sabor.
Me gustan las bajadas y subidas
los tropiezos y levantadas.
Las rodillas flexionadas
listas para el golpe, la
sacudida o el brinco.
El miedo,
el temor,
la curiosidad y
confusión.
Las marcas y huellas,
nada a la superficie,
sólo para tomar aire
porque
estando hundido
es como puedes moverte.

Me crea un sentimiento horrible,
pero a fin de cuentas es
sentimiento.
A veces se pone serio,
ya lo estoy conociendo,
y todo me
huele
a que se encela,
porque eso pasa
cada vez que hablo con Agu.
Pone una cara muy
extraña,
y él dice que no se enoja,
pero
de verme, sostener la mirada, abrir los ojos y sonreír,
a
sólo mirar, pasar de largo, sin crear cambio alguno en las comisuras,
hay mucha diferencia.

Me quedé a dormir en su casa,
en la recámara de su hermana
hizo una fiesta
y se puso medio ebrio.
Antes de ir a dormir,
me despedí
de él,
un beso
en la mejilla
y hoy en la mañana,
él me fue a despertar.
Después de un rato de hablar,
me lo regresó.
Correspondida
o no,
está gustándome.
LC.

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